Pulsiones 4 Editorial

#/ Editorial / Locura es no ser.

Es tan inhumano pensar en no ser lo que uno es cuando ya pasó toda su vida planificando algo que espera llegar a convertirse y no lograrlo. No llegar a ser ni la mitad de lo fraguado. Y todavía más inexplicable e incomprensible se torna el hecho de que te propongan modificar tus hábitos de costumbres, creencias, tradiciones, peripecias y moralidades cuando ya no sabés separar lo ficcionado de lo natural, lo especulado de lo imprevisible y lo chabacano de lo rudimentariamente sagaz.
 

Tan imparcialmente instrospectible se vuelve que te encontrás sin salida en el mismísimo cúmulo de acciones que te llevan a realzar la misma rutina redundante que te tiene atrapado desde hace años y años y no pensás en que un cambio radical saturado con vehemencia y la bosquejada coherencia que te prometieron te va a hacer cambiar las ganas de seguir subsistiendo en este sistema que te maltrata al punto de cagarte a piñas por unos cuantos números fríos y estandarizados que intercambias para ser supuestamente mas apto o statutario en relación a tus pares.

Ni siquiera te prepara para escaparte de la estúpida pantalla que vuelve sarcástico hasta lo más inescrupuloso. Ni se me cruza por la cabeza aceptar el cambio y después me doy cuenta de que no está tan mal vivir lejos del mundo civilizado, banal y escatológico, porque puedo escaparme sin que nadie se percate y borrarme del cálculo de todos para volver a ser una cuenta nueva. Porque ¿para que sirve la originalidad si te tenés que estar condicionando de acuerdo a las circunstancias sociales a las que no te ves preparado todos los días?

 No pienso ser impostor de una redención socialmente aceptable y mediocre distorsionando lo único más precioso que nos queda: La capacidad de ser lo que uno quiere ser, sin alterar el ego que lo separa de los demás haciendo uso y abuso de la arrogancia uniforme creando estereotipos narcisistas y fetichistas adornados y retorcidos. Puede ocurrir que el cambio te lleve a se víctima y victimario de ese sentimiento cálido y anhelado que es veneno y poción a la vez como lo es el amor, seria el sueño utópico del súper – yo, y es lo más conveniente si querés que el escepticismo te deje de sorprender y de un día para el otro encontrarte con que sos un/a cómplice análogo/a y fraternizado/a con entidades semejantes que ocultan los sueños, ideas y fetichismos (con la morbosidad y humedad onírica que eso implica) que vos mismo reprimiste hace tanto tiempo que no llegas a recordar lo pulcro y agraciado de tus años de juventud y que ahora recordás con tanto agrado que te separo definitivamente de un día para el otro. ¡El sueño de todo manipulador precoz! ¡El controlar tus más mínimos impulsos al punto de encerrarte en el laberinto de lo aceptable!

Sergio Alejandro Sosa